C002 Sobre Viajes Responsables a Tierra Santa
1. Incluso después de dos milenios, Tierra Santa sigue atrayendo. El llamado a ir y ver es poderoso. Tierra Santa es hoy el centro de fe de la mayoría de los pueblos del mundo, seguidores de las tres religiones monoteístas abrahámicas. Para los cristianos, peregrinar al lugar donde Jesús desarrolló su vida y su ministerio, y estar entre las mismas personas que son sus descendientes espirituales, ofrece una manera completamente única de encontrar sus enseñanzas y hacerlas realidad.
2. Los peregrinos a Tierra Santa se encuentran con un lugar que no ha quedado congelado en el tiempo. La Tierra Santa de hoy es mucho más que piedras y relatos de la historia antigua. Se compone de entidades políticas distintas, los Territorios Palestinos Ocupados y el Estado de Israel, que a menudo ocupan el centro de los titulares de la prensa mundial. Ahí, los últimos 100 años han sido agitados: el final de una guerra mundial y de un imperio; décadas de dominio obligatorio por parte de un imperio colonial; la inmigración de colonos que buscaban refugio y se enfrentaron a los habitantes de siglos; la intervención de las Naciones Unidas y la partición de tierras y pueblos; una sangrienta guerra prolongada que dio lugar a un nuevo “estado judío” construido sobre tierras conquistadas y confiscadas que provocó el desplazamiento y convirtió en refugiados a cientos de miles de palestinos; y la imposición de la ocupación militar de un pueblo sobre otro más prolongada del mundo actual, que ya lleva 56 años. Inevitablemente, a lo largo de décadas ha habido muertos, heridos, pérdida de derechos humanos, destrucción de familias, pérdida de hogares, empleos y oportunidades educativas, evacuación forzosa de tierras que les habían pertenecido durante mucho tiempo junto con la restricción de movimientos personales impuesta por la ocupación militar, además de pobreza, hambruna y enfermedades.
3. Así pues, las circunstancias de la Tierra Santa actual evocan de forma convincente la época de Jesús bajo la ocupación militar romana. Se dan las condiciones para una auténtica peregrinación que busca ver, comprender y ser transformada. Los relatos, parábolas y narraciones del ministerio de Jesús que componen nuestro culto litúrgico hablan de encuentros con los oprimidos, los pobres, los enfermos y los marginados. Sin duda, los peregrinos que hoy visitan Tierra Santa deberían hacer lo mismo, y viajar no a lugares que hace tiempo que enmudecieron, sino a puestos de control, campos de refugiados, cárceles, hospitales y clínicas, y al encuentro de personas que viven en conflicto y bajo la ocupación y la opresión. Los pocos cristianos que quedan en Tierra Santa son palestinos. Permitamos que ellos sean nuestros guías y compañeros, y no quienes ignoran los mismos lugares y condiciones en los que hoy se encontraría Jesús.
Explicación
1. Incluso después de dos milenios, Tierra Santa sigue atrayendo. El llamado a ir y ver es poderoso. Tierra Santa es hoy el centro de fe de la mayoría de los pueblos del mundo, seguidores de las tres religiones monoteístas abrahámicas. Para los cristianos, peregrinar al lugar donde Jesús desarrolló su vida y su ministerio, y estar entre las mismas personas que son sus descendientes espirituales, ofrece una manera completamente única de encontrar sus enseñanzas y hacerlas realidad.
2. Los peregrinos a Tierra Santa se encuentran con un lugar que no ha quedado congelado en el tiempo. La Tierra Santa de hoy es mucho más que piedras y relatos de la historia antigua. Se compone de entidades políticas distintas, los Territorios Palestinos Ocupados y el Estado de Israel, que a menudo ocupan el centro de los titulares de la prensa mundial. Ahí, los últimos 100 años han sido agitados: el final de una guerra mundial y de un imperio; décadas de dominio obligatorio por parte de un imperio colonial; la inmigración de colonos que buscaban refugio y se enfrentaron a los habitantes de siglos; la intervención de las Naciones Unidas y la partición de tierras y pueblos; una sangrienta guerra prolongada que dio lugar a un nuevo “estado judío” construido sobre tierras conquistadas y confiscadas que provocó el desplazamiento y convirtió en refugiados a cientos de miles de palestinos; y la imposición de la ocupación militar de un pueblo sobre otro más prolongada del mundo actual, que ya lleva 56 años. Inevitablemente, a lo largo de décadas ha habido muertos, heridos, pérdida de derechos humanos, destrucción de familias, pérdida de hogares, empleos y oportunidades educativas, evacuación forzosa de tierras que les habían pertenecido durante mucho tiempo junto con la restricción de movimientos personales impuesta por la ocupación militar, además de pobreza, hambruna y enfermedades.
3. Así pues, las circunstancias de la Tierra Santa actual evocan de forma convincente la época de Jesús bajo la ocupación militar romana. Se dan las condiciones para una auténtica peregrinación que busca ver, comprender y ser transformada. Los relatos, parábolas y narraciones del ministerio de Jesús que componen nuestro culto litúrgico hablan de encuentros con los oprimidos, los pobres, los enfermos y los marginados. Sin duda, los peregrinos que hoy visitan Tierra Santa deberían hacer lo mismo, y viajar no a lugares que hace tiempo que enmudecieron, sino a puestos de control, campos de refugiados, cárceles, hospitales y clínicas, y al encuentro de personas que viven en conflicto y bajo la ocupación y la opresión. Los pocos cristianos que quedan en Tierra Santa son palestinos. Permitamos que ellos sean nuestros guías y compañeros, y no quienes ignoran los mismos lugares y condiciones en los que hoy se encontraría Jesús.